"CONCEBIRÁS EN TU VIENTRE Y DARÁS A LUZ UN HIJO" (Lc 1,31)
I DOGMA DE FE: María es verdaderamente Madre de Dios.
"Si alguno no confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema."
El Concilio Vaticano II hace referencia del dogma así: "Desde los tiempos más antiguos, la Bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles acuden con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades"(Constitución Dogmática Lumen Gentium, 66)
Pregunta: "¿Cómo puede ser María la madre de Dios, si
Dios ya existía antes de que ella naciera?"
Respuesta: En el diccionario encontramos que
"madre" es la mujer que engendra. Se dice que es madre del que ella
engendró. Si aceptamos que María es madre de Jesús y que Él es Dios, entonces
María es Madre de Dios. No se debe confundir entre el tiempo y la eternidad.
María, obviamente, no fue madre del Hijo eternamente. Ella comienza a ser Madre
de Dios cuando el Hijo Eterno quiso entrar en el tiempo y hacerse hombre como
nosotros. Para hacerse hombre quiso tener madre. Gálatas 4:4: "al llegar
la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer". Dios
se hizo hombre sin dejar de ser Dios, por ende María es madre de Jesús, Dios y
hombre verdadero.
Entonces, María es Madre de Dios, no porque lo haya
engendrado en la eternidad sino porque lo engendró hace 2000 años en la
Encarnación. Dios no necesitaba una madre pero la quiso tener para acercarse a
nosotros con infinito amor. Dios es el único que pudo escoger a su madre y,
para consternación de algunos y gozo de otros, escogió a la Santísima Virgen
María quién es y será siempre la Madre de Dios.
Cuando la Virgen María visitó a su prima Isabel, esta,
movida por el Espíritu Santo le llamó "Madre de mi Señor". El Señor a
quien se refiere no puede ser otro sino Dios. (Lucas 1, 39-45). La verdad de
que María es Madre de Dios es parte de la fe de todos los cristianos ortodoxos
(de doctrina recta). Fue proclamada dogmáticamente en el Concilio de Efeso, en
el año 431 y es el primer dogma Mariano.
Antecedentes de la controversia sobre la maternidad divina
de María Santísima:
Los errores de Nestorio
En el siglo V, Nestorio, Patriarca de Constantinopla
afirmaba los siguientes errores:
Que hay dos personas distintas en Jesús, una divina y otra
humana.
Sus dos naturalezas no estaban unidas.
Por lo tanto, María no es la Madre de Dios pues es solamente
la Madre de Jesús hombre.
Jesús nació de María solo como hombre y más tarde
"asumió" la divinidad, y por eso decimos que Jesús es Dios. Vemos que
estos errores de Nestorio, al negar que María es Madre de Dios, niegan también
que Jesús fuera una persona divina.
La doctrina referente a María está totalmente ligada a la
doctrina referente a Cristo. Confundir una es confundir la otra. Cuando la
Iglesia defiende la maternidad divina de María esta defendiendo la verdad de
que, su hijo, Jesucristo es una persona divina. En esta batalla doctrinal, San
Cirilo, Obispo de Alejandría, jugó un papel muy importante en clarificar la
posición de nuestra fe en contra de la herejía de Nestorio. En el año 430, el
Papa Celestino I en un concilio en Roma, condenó la doctrina de Nestorio y
comisionó a S. Cirilo para que iniciara una serie de correspondencias donde se
presentara la verdad.
Concilio de Efeso
En el año 431, se llevó a cabo el Concilio de Efeso donde se
proclamó oficialmente que María es Madre de Dios.
"Desde un comienzo la Iglesia enseña que en Cristo hay
una sola persona, la segunda persona de la Santísima Trinidad. María no es solo
madre de la naturaleza, del cuerpo pero también de la persona quien es Dios
desde toda la eternidad. Cuando María dio a luz a Jesús, dio a luz en el tiempo
a quien desde toda la eternidad era Dios. Así como toda madre humana, no es
solamente madre del cuerpo humano sino de la persona, así María dio a luz a una
persona, Jesucristo, quien es ambos Dios y hombre, entonces Ella es la Madre de
Dios" -Concilio de Efeso
La ortodoxia (doctrina recta) enseña:
Jesús es una persona divina (no dos personas)
Jesús tiene dos naturalezas: es Dios y Hombre
verdaderamente.
María es madre de una persona divina y por lo tanto es Madre
de Dios.
María es Madre de Dios. Este es el principal de todos los
dogmas Marianos, y la raíz y fundamento de la dignidad singularísima de la
Virgen María. María es la Madre de Dios, no desde toda la eternidad sino en el
tiempo. El dogma de María Madre de Dios contiene dos verdades:
María es verdaderamente madre: Esto significa que ella
contribuyó en todo en la formación de la naturaleza humana de Cristo, como toda
madre contribuye a la formación del hijo de sus entrañas.
María es verdaderamente madre de Dios: Ella concibió y dio a
luz a la segunda persona de la Trinidad, según la naturaleza humana que El
asumió.
El origen Divino de Cristo no le proviene de María. Pero al
ser Cristo una persona de naturalezas divina y humana. María es tanto madre del
hombre como Madre del Dios. María es Madre de Dios, porque es Madre de Cristo
quien es Dioshombre.
La misión maternal de María es mencionada desde los primeros
credos de la Iglesia. En el Credo de los Apóstoles: "Creo en Dios Padre
todopoderoso y en Jesucristo su único hijo, nuestro Señor que nació de la
Virgen María".
El título Madre de Dios era utilizado desde las primeras
oraciones cristianas. En el Concilio de Efeso, se canonizo el título Theotokos,
que significa Madre de Dios. A partir de ese momento la divina maternidad
constituyó un título único de señorío y gloria para la Madre de Dios encarnado.
La Theotokos es considerada, representada e invocada como la reina y señora por
ser Madre del Rey y del Señor.
Más tarde también fue proclamada y profundizada por otros
concilios universales, como el de Calcedonia(451) y el segundo de Constantinopla
(553).
En el siglo XIV se introduce en el Ave María la segunda
parte donde dice: "Santa María Madre de Dios" Siglo XVIII, se
extiende su rezo oficial a toda la Iglesia.
El Papa Pío XI reafirmó el dogma en la Encíclica Lux
Veritatis (1931).
La Madre de Dios en el VAT II: este concilio replantea en
todo el alcance de su riqueza teológica en el más importante de sus documentos,
Constitución dogmática sobre la Iglesia, (Lumen Gentium). En este documento se
ve la maternidad divina de María en dos aspectos:
La maternidad divina en el misterio de Cristo.
La maternidad divina en el misterio de la Iglesia.
"Y, ciertamente, desde los tiempos mas antiguos, la
Sta. Virgen es venerada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los
fieles suplicantes se acogen en todos sus peligros y necesidades.... Y las
diversas formas de piedad hacia la Madre de Dios que la Iglesia ha venido
aprobando dentro de los limites de la sana doctrina, hacen que, al ser honrada
la Madre, el Hijo por razón del cual son todas las cosas, sea mejor conocido,
amado, glorificado, y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus
mandamientos" (LG #66)
En el Credo del Pueblo de Dios de Pablo VI (1968):
"Creemos que la Bienaventurada María, que permaneció siempre Virgen, fue
la Madre del Verbo encarnado, Dios y salvador nuestro"
En 1984 consagra J.P.II el mundo entero al I.C. de María, a
través de toda la oración de consagración repite: "Recurrimos a tu
protección, Santa Madre de Dios"
María por ser Madre de Dios transciende en dignidad a todas
las criaturas, hombres y ángeles, ya que la dignidad de la criatura está en su
cercanía con Dios. Y María es la más cercana a la Trinidad. Madre del Hijo,
Hija del Padre y Esposa del Espíritu. "El Conocimiento de la verdadera
doctrina católica sobre María, será siempre la llave exacta de la comprensión
del misterio de Cristo y de la Iglesia" "Y la Madre de Dios es mía,
porque Cristo es mío" (S. Juan de la Cruz)
II DOGMA DE FE: LA VIRGINIDAD DE MARÌA
"Ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo cuyo nombre será Emanuel" (Cf. Is., 7, 14; Miq., 5, 2-3; Mt., 1, 22-23) (Const. Dogmática Lumen Gentium, 55 - Concilio Vaticano II).
"La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre. En efecto, el nacimiento de Cristo "lejos de disminuir consagró la integridad virginal" de su madre. La liturgia de la Iglesia celebra a María como la 'Aeiparthenos', la 'siempre-virgen'." (499 - catecismo de la Iglesia Católica)
Catequesis de SS Juan Pablo II. Vaticano, 10 de julio de
1996
1. La Iglesia ha considerado constantemente la virginidad de
María una verdad de fe, acogiendo y profundizando el testimonio de los
evangelios de san Lucas, san Marcos y, probablemente también san Juan.
En el episodio de la Anunciación, el evangelista san Lucas
llama a María «Virgen», refiriéndose tanto a su intención de perseverar en la
virginidad como al designio divino, que concilia ese propósito con su
maternidad prodigiosa. La afirmación de la concepción virginal, debida a la
acción del Espíritu Santo, excluye cualquier hipótesis de partogénesis natural
y rechaza los intentos de explicar la narración lucana como explicitación de un
tema judío o como derivación de una leyenda mitológica pagana.
La estructura del texto lucano (cf. Lc 1,26-38; 2,19.51), no
admite ninguna interpretación reductiva. Su coherencia no permite sostener
válidamente mutilaciones de los términos o de las expresiones que afirman la
concepción virginal por obra del Espíritu Santo.
2. El evangelista san Mateo, narrando el anuncio del ángel a
José, afirma, al igual que san Lucas, la concepción por obra «del Espíritu
Santo» (Mt 1,20), excluyendo las relaciones conyugales.
Además, a José se le comunica la generación virginal de
Jesús en un segundo momento: no se trata para él de una invitación a dar su
consentimiento previo a la concepción del Hijo de María, fruto de la
intervención sobrenatural del Espíritu Santo y de la cooperación de la madre.
Sólo se le invita aceptar libremente su papel de esposo de la Virgen y su misión
paterna con respecto al niño.
San Mateo presenta el origen virginal de Jesús como
cumplimiento de la profecía de Isaías: «Ved que la virgen concebirá y dará a
luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa “Dios
con nosotros”» (Mt 1,23; cf. Is 7,14). De ese modo, san Mateo nos lleva a la
conclusión de que la concepción virginal fue objeto de reflexión en la primera
comunidad cristiana, que comprendió su conformidad con el designio divino de
salvación y su nexo con la identidad de Jesús, «Dios con nosotros».
3. A diferencia de san Lucas y san Mateo, el evangelio de
san Marcos no habla de la concepción y del nacimiento de Jesús; sin embargo, es
digno de notar que san Marcos nunca menciona a José esposo de María. La gente
de Nazaret llama a Jesús «el hijo de María» o, en otro contexto, muchas veces
«el Hijo de Dios (Mc 3,11; 5,7; cf. 1,1.11; 9,7; 14,61-62;15,39). Estos datos
están en armonía con la fe en el misterio de su generación virginal. Esta
verdad, según un reciente redescubrimiento exegético, estaría contenida
explícitamente en el versículo 13 del Prólogo del evangelio de san Juan, que
algunas voces antiguas autorizadas (por ejemplo, Ireneo y Tertuliano) no
presentan en la forma plural usual, sino en la singular: «Él, que no nació de
sangre, ni de deseo de carne, no de deseo de hombre, sino que nació de Dios».
Esta traducción en singular convertiría el Prólogo del evangelio de san Juan en
uno de los mayores testimonios de la generación virginal de Jesús, insertada en
el contexto del misterio de la Encarnación.
La afirmación paradójica de Pablo: «Al llegar la plenitud de
los tiempos, envió Dios a si Hijo, nacido de mujer (…), para que recibiéramos
la filiación adoptiva» (Ga 4,4-5), abre el camino al interrogante sobre la
personalidad de ese Hijo, y, por tanto, sobre su nacimiento virginal.
Este testimonio uniforme de los evangelios confirma que la
fe en la concepción virginal de Jesús estaba enraizada firmemente en los
ambientes de la Iglesia primitiva. Por eso carecen de todo fundamento algunas
interpretaciones recientes, que no consideran la concepción virginal en sentido
físico o biológico, sino únicamente simbólico o metafórico: designaría a Jesús
como don de Dios a la humanidad. Lo mismo hay que decir de la opinión de otros,
según los cuales el relato de la concepción virginal sería, por el contrario,
un theologoumenon, es decir, un modo de expresar una doctrina teológica, en
este caso la filiación divina de Jesús, o sería su representación mitológica.
Como hemos visto, los evangelios contienen la afirmación explícita
de una concepción virginal de orden biológico, por obra del Espíritu Santo, y
la Iglesia ha hecho suya esta verdad ya desde las primeras formulaciones de la
fe (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 496).
4. La fe expresada en los evangelios es confirmada, sin
interrupciones, en la tradición posterior. Las fórmulas de fe de los primeros
autores cristianos postulan la afirmación del nacimiento virginal: Arístides,
Justino, Ireneo y Tertuliano está de acuerdo con san Ignacio de Antioquía, que proclama
a Jesús «nacido verdaderamente de una virgen» (Smirn. 1,2). Estos autores
hablan explícitamente de una generación virginal de Jesús real e histórica, y
de ningún modo afirman una virginidad solamente moral o un vago don de la
gracia, que se manifestó en el nacimiento del niño.
Las definiciones solemnes de fe por parte de los concilios
ecuménicos y del Magisterio pontificio, que siguen a las primeras fórmula
breves de fe, están en perfecta sintonía con esta verdad. El concilio de
Calcedonia (451), en su profesión de fe, redactada esmeradamente y con
contenido definido de modo infalible, afirma que Cristo «en lo últimos días,
por nosotros y por nuestra salvación, (fue) engendrado de María Virgen, Madre
de Dios, en cuanto a la humanidad» (DS 301). Del mismo modo, el tercer concilio
de Constantinopla (681) proclama que Jesucristo «nació del Espíritu Santo y de
María Virgen, que es propiamente y según verdad madre de Dios, según la
humanidad» (DS 555). Otros concilios ecuménicos (Constantinopolitano II, Lateranense
IV y Lugdunense II) declaran a María «siempre virgen», subrayando su virginidad
perpetua (cf. DS 423, 801 y 852). El concilio Vaticano II ha recogido esas
afirmaciones, destacando el hecho de que María, «por su fe y su obediencia,
engendró en la tierra al Hijo mismo del Padre, ciertamente sin conocer varón,
cubierta con la sombra del Espíritu Santo» (Lumen gentium, 63).
A las definiciones conciliares hay que añadir las del
Magisterio pontificio, relativas a la Inmaculada Concepción de la «santísima
Virgen María» (DS 2.803) y a la Asunción de la «Inmaculada Madre de Dios,
siempre Virgen María» (DS 3.903).
5. Aunque las definiciones del Magisterio, con excepción del
concilio de Letrán del año 649, convocado por el Papa Martín I, no precisan el
sentido del apelativo «virgen», se ve claramente que este término se usa en su
sentido habitual: la abstención voluntaria de los actos sexuales y la
preservación de la integridad corporal. En todo caso, la integridad física se
considera esencial para la verdad de fe de la concepción virginal de Jesús (cf.
Catecismo de la Iglesia católica, n. 496).
La designación de María como «santa, siempre Virgen e
Inmaculada», suscita la atención sobre el vínculo entre santidad y virginidad.
María quiso una vida virginal, porque estaba animada por el deseo de entregar
todo su corazón a Dios. La expresión que se usa en la definición de la
Asunción, «La Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen», sugiere también la
conexión entre la virginidad y la maternidad de María: dos prerrogativas unidas
milagrosamente en la generación de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre.
Así, la virginidad de María está íntimamente vinculada a su maternidad divina y
a su santidad perfecta.
III DOGMA DE FE: INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÌA
"Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del genero humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles."
Diciembre 8: Día de la Inmaculada Concepción.
Ella, desde el momento en que fue concebida por sus padres,
por gracia y privilegios únicos que Dios le concedió, fue preservada de toda
mancha del pecado original. En nuestra sociedad, la pureza tiene dos valores
opuestos. Mientras la droga más pura es la más cara y todos buscan el
detergente que deje la ropa más blanca, muy pocos se preocupan de mantener su
alma y su vida pura, de cara a la vida eterna. Incluso, quienes se confiesan
seguido son a veces criticados, y se les califica despectivamente de
"mochos". La Virgen María nos invita a vivir este ideal de pureza,
aunque para ello tengamos que ir "contra corriente."
Historia.
El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX, promulgó un
documento llamado "Ineffabilis Deus" en el que estableció que el alma
de María, en el momento en que fue creada e infundida, estaba adornada con la
gracia santificante. Desde entonces, esta es de las verdades que los católicos
creemos, aunque a veces, no entendamos. Es lo que se llama Dogma o artículo de
fe.
La Virgen María fue "dotada por Dios con dones a la
medida de su misión tan importante" (Lumen Gentium). El ángel Gabriel pudo
saludar a María como "llena de gracia" porque ella estaba totalmente
llena de la Gracia de Dios.
Dios la bendijo con toda clase de bendiciones espirituales,
más que a ninguna otra persona creada. Ella es "redimida de la manera más
sublime en atención a los méritos de su Hijo". (LG, n. 53). La devoción a
la Inmaculada Concepción es uno de los aspectos más difundidos de la devoción
mariana. Tanto en Europa como en América se adoptó a la Inmaculada Concepción
como patrona de muchos lugares.
María tiene un lugar muy especial dentro de la Iglesia por
ser la Madre de Jesús. Sólo a Ella Dios le concedió el privilegio de haber sido
preservada del pecado original, como un regalo especial para la mujer que sería
la Madre de Jesús y madre Nuestra. Con esto, hay que entender que Dios nos
regala también a cada uno de nosotros las gracias necesarias y suficientes para
cumplir con la misión que nos ha encomendado y así seguir el camino al Cielo,
fieles a su Iglesia Católica.
Podemos aprender que es muy importante para nosotros recibir
el Bautismo, que sí nacimos con la mancha del pecado original. Al bautizarnos,
recibimos la gracia santificante que borra de nuestra alma el pecado original.
Además, nos hacemos hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Al recibir este
sacramento, podemos recibir los demás.
Para conservar limpia de pecado nuestra alma podemos acudir
al Sacramento de la Confesión y de la Eucaristía, donde encontramos a Dios
vivo. Hay quienes dicen que María fue una mujer como cualquier otra y niegan su
Inmaculada Concepción. Dicen que esto no pudo haber sido posible, que todos
nacimos con pecado original. En el Catecismo de la Iglesia Católica podemos
leer acerca de la Inmaculada Concepción de María en los números 490 al 493.
El alma de María fue preservada de toda mancha del pecado
original, desde el momento de su concepción. María siempre estuvo llena de Dios
para poder cumplir con la misión que Dios tenía para Ella. Con el Sacramento
del Bautismo se nos borra el pecado original. Dios regala a cada uno de
nosotros las gracias necesarias y suficientes, para que podamos cumplir con la
misión que nos ha encomendado.
IV DOGMA DE FE: ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÌA AL CIELO
Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus: "Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".
De la constitución apostólica Munificentíssimus Deus del
Papa Pío XII
Con esta constitución apostólica, el Papa Pío XII proclamó
el dogma de la Asunción el 1ro de Noviembre de 1950.
Tu cuerpo es santo y sobremanera glorioso.
Los santos Padres y grandes doctores, en las homilías y
disertaciones dirigidas al pueblo en la fiesta de la Asunción de la Madre de
Dios, hablan de este hecho como de algo ya conocido y aceptado por los fieles y
-lo explican con toda precisión, procurando, sobre todo, hacerles comprender
que lo que se conmemora en esta festividad es, no sólo el hecho de que el
cuerpo sin vida de la Virgen María no estuvo sujeto a la corrupción, sino
también su triunfo sobre la muerte y su glorificación, a imitación de su Hijo
único, Jesucristo.
Y, así, san Juan Damasceno, el más ilustre transmisor de
esta tradición, comparando la asunción de la santa Madre de Dios con sus demás
dotes y privilegios, afirma, con elocuencia vehemente:
"Convenía que aquella que en el parto había conservado
intacta su virginidad conservara su cuerpo también después de la muerte libre
de la corruptibilidad. Convenía que aquella que había llevado al Creador como
un niño en su seno tuviera después su mansión en el cielo. Convenía que la esposa
que el Padre había desposado habitara en el tálamo celestial. Convenía que
aquella que había visto a su hijo en la cruz y cuya alma había sido atravesada
por la espada del dolor, del que se había visto libre en el momento del parto,
lo contemplara sentado a la derecha del Padre. Convenía que la Madre de Dios
poseyera lo mismo que su Hijo y que fuera venerada por toda criatura como Madre
y esclava de Dios."
Según el punto de vista de san Germán de Constantinopla, el
cuerpo de la Virgen María, la Madre de Dios, se mantuvo incorrupto y fue
llevado al cielo, porque así lo pedía no sólo el hecho de su maternidad divina,
sino también la peculiar santidad de su cuerpo virginal:
"Tú, según está escrito, te muestras con belleza; y tu
cuerpo virginal es todo él santo, todo él casto, todo él morada de Dios, todo
lo cual hace que esté exento de disolverse y convertirse en polvo, y que, sin
perder su condición humana, sea transformado en cuerpo celestial e
incorruptible, lleno de vida y sobremanera glorioso, incólume y participe de la
vida perfecta."
Otro antiquísimo escritor afirma:
"La gloriosísima Madre de Cristo, nuestro Dios y
salvador, dador de la vida y de la inmortalidad, por él es vivificada, con un
cuerpo semejante al suyo en la incorruptibilidad, ya que él la hizo salir del
sepulcro y la elevó hacia si mismo, del modo que él solo conoce."
Todos estos argumentos y consideraciones de los santos
Padres se apoyan, como en su último fundamento, en la sagrada Escritura; ella,
en efecto, nos hace ver a la santa Madre de Dios unida estrechamente a su Hijo
divino y solidaria siempre de su destino.
Y, sobre todo, hay que tener en cuenta que, ya desde el
siglo segundo, los santos Padres presentan a la Virgen María como la nueva Eva
asociada al nuevo Adán, íntimamente unida a él, aunque de modo subordinado, en
la lucha contra el enemigo infernal, lucha que, como se anuncia en el
protoevangelio, había de desembocar en una victoria absoluta sobre el pecado y
la muerte, dos realidades inseparables en los escritos del Apóstol de los
gentiles. Por lo cual, así como la gloriosa resurrección de Cristo fue la parte
esencial y el ú1timo trofeo de esta victoria, así también la participación que
tuvo la santísima Virgen en esta lucha de su Hijo había de concluir con la
glorificación de su cuerpo virginal, ya que, como dice el mismo Apóstol: Cuando
esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita:
"La muerte ha sido absorbida en la victoria."
Por todo ello, la augusta Madre de Dios, unida a Jesucristo
de modo arcano, desde toda la eternidad, por un mismo y único decreto de
predestinación, inmaculada en su concepción, asociada generosamente a la obra
del divino Redentor, que obtuvo un pleno triunfo sobre el pecado y sus
consecuencias, alcanzó finalmente, como suprema coronación de todos sus
privilegios, el ser preservada inmune de la corrupción del sepulcro y, a
imitación de su Hijo, vencida la muerte, ser llevada en cuerpo y alma a la
gloria celestial, para resplandecer allí como reina a la derecha de su Hijo, el
rey inmortal de los siglos.
La Asunción de María.
Audiencia General del Santo Padre Juan Pablo II: del 9 de
julio de 1997.
La tradición de la Iglesia muestra que este misterio
"forma parte del plan divino, y está enraizado en la singular
participación de María en la misión de su Hijo".
"La misma tradición eclesial ve en la maternidad divina
la razón fundamental de la Asunción. (...) Se puede afirmar, por tanto, que la
maternidad divina, que hizo del cuerpo de María la residencia inmaculada del
Señor, funda su destino glorioso". Juan
Pablo II destacó que "según algunos Padres de la Iglesia, otro argumento
que fundamenta el privilegio de la Asunción se deduce de la participación de
María en la obra de la Redención".
"El Concilio Vaticano II, recordando el misterio de la
Asunción en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium), hace
hincapié en el privilegio de la Inmaculada Concepción: precisamente porque ha
sido ´preservada libre de toda mancha de pecado original´, María no podía
permanecer, como los otros hombres, en el estado de muerte hasta el fin del
mundo. La ausencia de pecado original y la santidad, perfecta desde el primer
momento de su existencia, exigían para la Madre de Dios la plena glorificación
de su alma y de su cuerpo".
El Papa señaló que "en la Asunción de la Virgen podemos
ver también la voluntad divina de promover a la mujer. De manera análoga con lo
que había sucedido en el origen del género humano y de la historia de la
salvación, en el proyecto de Dios el ideal escatológico debía revelarse no en
un individuo, sino en una pareja. Por eso, en la gloria celeste, junto a Cristo
resucitado hay una mujer resucitada, María: el nuevo Adán y la nueva Eva".
Para concluir, el Papa aseguró que "ante las
profanaciones y el envilecimiento al que la sociedad moderna somete a menudo al
cuerpo, especialmente al femenino, el misterio de la Asunción proclama el
destino sobrenatural y la dignidad de todo cuerpo humano".
Dogma.
Los dogmas marianos, hasta ahora, son cuatro: María, Madre
de Dios; La Virginidad Perpetua de María, La Inmaculada Concepción y la
Asunción de María.
El Papa Pío XII bajo la inspiración del Espíritu Santo, y
después de consultar con todos los obispos de la Iglesia Católica, y de
escuchar el sentir de los fieles, el primero de Nov. de 1950, definió
solemnemente con su suprema autoridad apostólica, el dogma de la Asunción de
María. Este fue promulgado en la Constitución "Munificentissimus
Deus":
"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y
de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente,
que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo,
Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar
la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia,
con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles
Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma
divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María,
terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria
del cielo".
¿Cual es el fundamento para este dogma? El Papa Pío XII
presentó varias razones fundamentales para la definición del dogma:
Su Virginidad Perpetua: como su cuerpo fue preservado en
integridad virginal, (toda para Jesús y siendo un tabernáculo viviente) era
conveniente que después de la muerte no sufriera la corrupción. Su
participación en la obra redentora de Cristo: María, la Madre del Redentor, por
su íntima participación en la obra redentora de su Hijo, después de consumado
el curso de su vida sobre la tierra, recibió el fruto pleno de la redención,
que es la glorificación del cuerpo y del alma.
La Asunción es la victoria de Dios confirmada en María y
asegurada para nosotros. La Asunción es una señal y promesa de la gloria que
nos espera cuando en el fin del mundo nuestros cuerpos resuciten y sean
reunidos con nuestras almas.
EL CULTO A LA VIRGEN MARÍA
La Virgen no puede ser objeto de
culto de adoración o latría (sólo corresponde a Dios). Pero sí se
honra a la Virgen de una manera especial, a la que la Iglesia llama culto de "hiperdulía" que es máxima
veneración que corresponde a María madre de Dios. En cambio la que se da el
culto a los santos del cielo (Santa Clara, Santa Rosa, San Francisco de Asís) es el culto de "dulía" o veneración simple.
VIRGEN DE FATIMA
VIRGEN DE FATIMA
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